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domingo, 14 de julio de 2013

Crónica: III Triatlón Cros de Dueñas Por Juan Luis García

Empiezo el día viendo en la tele la noticia de la espectacular montonera producida en el encierro de San Fermín. Esto me viene bien para quitar miedos. La comparación con la salida en el agua es inevitable. 140 tíos metidos en un canal de apenas cinco metros de ancho. Bueno, 140, vamos a dejarlo en 126, de acuerdo a las teorías de un compañero. Piensa que el 10% de los hombres no lo son. En el trabajo somos 50 y aunque no da nombres, ya tiene calado a dos gays pero le faltan tres mientras los demás nos miramos con recelo. Llegamos a la tierra de los botijos Javi Gutiérrez y un servidor y como buenos gimnófilos practicantes nos quedamos en pelota picada en la vía pública para embutirnos el mono del equipo. Cualquier día nos cuesta un disgusto por corrupción de menores, exhibicionismo o algo parecido.

Nos acercamos hasta los boxes para dejar el material y aprovechamos para ver cómo salen del agua los participantes de la prueba popular. El primero llega destacado, el segundo... ¿o es segunda? ¡Coño! si es del Tripi. ¡Una de las Susanas!, Velasco. Segunda del agua por delante de todos los tíos. ¡Lo que iba a disfrutar mi compañero sacando estadísticas! Al final ganó en su categoría, enhorabuena. 

Se me disipan las dudas previas sobre nadar con o sin neopreno. La decisión la toman los jueces: todos Sin.
Vamos mejorando con respecto al anterior Triatlón, esta vez nos llevan a la salida en un autobús que huele a triatlón en su versión menos romántica. Creo que soy el único que no ha calentado. ¡Qué peste! Si echó dos viajes y éramos 140 por una regla de tres simple directa...
Nos metemos en el agua para aclimatarnos. Hago el primer canto a San Fermín. Completo unos doscientos metros de calentamiento y segundo canto al santo. Salen las chicas. Tercer canto. La montonera ya está hecha y se da la salida. Como buen mozo me quedo detrás, cerca de la manada. Mi última experiencia fue muy mala en cuanto a golpes y tapones así que he decidido mirar más a menudo e ir con cabeza. Después de los cien primeros metros la cosa empieza a dar resultado y hago todo el agua sin tener más enfrentamientos con nadie. He dejado por el camino un intercambio de golpes con otro participante digno de ver en la moviola y como resultado termino con una cornada de catorce centímetros y dos trayectorias. Ya en el final de la natación me asalta el recuerdo de una anécdota de la piscina y una sonrisa me delata. Una madre llamando a su hijo: "¡Sal de agua ya! ¡Ele, ele, a: Lla!"

Llego al box y entro al pasillo, el segundo con alfombra azul. Mierda, he cogido el tercero. Vuelta atrás y cojo el correcto. Me pongo las zapatillas de correr directamente para hacer la bici. Se me forma una ese en la plantilla que se marcha asustada a la puntera. La próxima vez me corto las uñas para evitar estos terrores. Van a necesitar mucho trabajo psicológico. Saco el pie, enderezo la plantilla, meto el pie y otra vez la ese. Decisión rápida: "a tomar por culo". Otro pie, otra zapatilla, otra ese, otro "a tomar por culo". 
Bici y a correr. Unos 24 kms. Circuito de BTT que consta de dos vueltas con alguna subida y su correspondiente bajada. En alguna de éstas y por detrás mío oigo una maldición, el ruido de una bici deslizándose y un golpe seco seguido de un grito y más maldiciones. Si es que no espabilan. Estoy pensando seriamente la posibilidad de ponerme una L enorme en la espalda. La L en la espalda y en la cabeza muchas eses, las de las plantillas. Me paso el sector consumiendo los kilómetros enumerando aliteraciones con la S: "Salgo de una Senda SinuoSa. EScucho el SiSeo de loS aireS del nordeSte. SobrepaSo a eSe Sujeto en un triS. EStoy Sorbiendo Sales. Qué cueSta tan Selectiva y Sublime. "VamoS, que aSí eStá mi SeSera. Desaparecen estos pensamientos ante la presencia de una ambulancia evacuando a un participante. Al finalizar oí que fue una rotura de clavícula. Espero que se recupere bien. Acabando la bici se cumplen las predicciones: agua. Y se inicia una corta tormenta de verano de esas en las que sólo es necesario que te caiga una gota para taparte a ti y a la bici. Una gota de esas de tamaño folio. Casi se agradeció.
Llegada al box, segunda alfombra azul, cuelgo bici, quito casco, dejo hasta las gafas de sol y tras dudar un poco cojo la gorra y ¡jooooder!, a la pobre le ha caído una de esas gotas tamaño folio entera, no se ha perdido un ápice. De todos modos me la encasqueto. A rosca, por supuesto, uno no debe olvidar sus raíces, y salgo a completar lo empezado. 
Carrera. Los fantasmas de las eses vuelven a aparecer. No sé porqué pero las aliteraciones ya no me motivan ni me hacen gracia: "SeiS ampollaS Salen SueltaS; Sólo Saldré de paSeo Sentado, etcétera." Para colmo tengo dos litros y medio de agua en cada pie. Consigo ir cómodo a pesar de todo. Y acabo contento y con la sensación de  poder haber apretado más. 

Una vez acabado todo vamos a retirar las bicis y se abren las puertas del cielo. Qué manera de llover. Todo el mundo corriendo para resguardarse en los aleros y yo con un par dando pedales hasta el coche. Allí está esperándome Javi Gutiérrez escondido en los quince centímetros de resguardo que ofrece una puerta. ¿Quién es el chulo que desmonta la bici? Pasa un cuarto de hora y todo sigue igual. No para de llover. Se abre la puerta de la casa. Aparece un matrimonio joven con su hija adolescente que nos invita a pasar. Nos ofrecen ducha, toallas, café y una agradable charla hasta que amaina un poco. Nosotros a cambio les dejamos agua, pisadas, toallas sucias y en general la casa hecha unos zorros. Mil perdones y mil gracias. Al final son estas cosas con las que te quedas: "¿Te acuerdas, Javi, ese año en Dueñas la que nos cayó? ¡Joder cómo les dejamos la casa! ¿Cómo se llamaban? Ahora, que si no hubiéramos pasado estábamos aún convalecientes."

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