Crónica
Triatlón IM de Vitoria 2014:
Por dónde empezar a contar una carrera como
ésta. Voy a intentar ir al grano (no
prometo nada, que me conozco, pero lo intentaré) y centrarme en el día de la
carrera sin más que unos mínimos antecedentes. Lo primero, para que nadie se
lleve a engaño, decir que estoy contentísimo con el resultado y no creo que
pudiera haberlo hecho mejor, pero también hay que decir, que si la carrera hubiera
transcurrido sin incidencias, no tendría apenas interés, nade, pedaleé, corrí y
llegue a meta en un bonito día. Pues qué divertido. Es por eso que las carreras
de este tipo (Ironman, UltraTrail o similar) dan tanto juego en este sentido. Y
es que si algo voy teniendo claro es que el mejor Ironman que cada uno es capaz
de correr difícilmente será el que salga perfecto, sino aquel en el que
consigas sobreponerte a todo aquello que te pase, que te pasará. Y ale a dejar
de filosofar como un flipado y a ver si consigo hacer un relato divertido.
Llego a Vitoria el jueves. Nubes y claros y
un frío que pela y para los días siguientes se prevén lluvias. Y yo con mi
colección de sandalias y pantalones cortos. No esperaba tanto frío a juzgar por
la previsión, pero como tonto del todo no soy, sí había llevado al menos un
pantalón largo, una chaquetita y unas zapatillicas cerradas. Casi todas las
vacaciones sin cambiarme, menos mal que soy un chico aseado. Aun así, con algo
de frío, no puedo dejar de pensar en cómo estará el agua del embalse. El viernes
llega Angelito y nos vamos a probar ese agua. Ostia, está que te cagas, y a día
y medio parece que el domingo va a ser el mejor día. La cosa mejora. Pero no
hay que vender la piel del oso aún. El sábado volvemos al lago a dejar las
bicis ya en boxes. Ha llovido y el césped esta húmedo y mis zapatillicas acaban
empapadas. Por la noche me acuesto pronto, sobre las 23:30, porque hay que
levantarse a las 4:30 para desayunar y coger el bus a las 6:00 para el lago. No
suelo dormir mucho, pero yo que duermo siempre sobre la cama, estos días
anteriores sin excepción, hoy, empiezo a
encontrarme destemplado. Me tapo un poco y empiezo a sudar como un pollo. La
madre que me parió, 9 meses sin un triste resfriado y me lo voy a agarrar
ahora. Cuando me encuentro con Ángel a la entrada del buffet creo que echaba chispas por los ojos y rayos
por el culo de la mala ostia. Voy a llamar para que me cambien el día de la
carrera. Igual va a estar complicado. Un ratillo con mis chicos y venga animo,
arriba y a por todas. Cogemos el bus y cuando nos dejan en la T1 el panorama anima a
cualquiera. 6:15 de la mañana, noche cerrada, niebla, humedad. Qué más se puede
pedir. Una vez todo terminado de colocar, saludamos a Víctor que sale 15 mins
antes y nos vamos a poner el neopreno, ahora el tiempo ya acompaña de verdad.
Me agacho para sacarlo y casi me encasquillo. Otra vez más de 6 meses sin
molestias de mis queridas protusiones lumbares y aparecen hoy. Será la humedad
o un aviso para que guarde la posición para que me den por el… va neopreno
puesto unos chistes con Ángel y venga. Total nadando no me tengo que agachar,
luego, dios proveerá, que decía mi abuela.
Me acabo de dar
cuenta que como había prometido tras solo una hoja de antecedentes ya vamos a
empezar la carrera, jajaja. Se hace la cámara de llamadas cada triatleta al
lado de su bici y cuando nos avisan vamos pasando hacia la zona de salida. Ángel
y yo estamos por la parte del final del box y según nos acercamos al arco de
entrada a la zona de salida, Ángel apunta muy observador “estamos casi los
últimos”. Y yo “ya verás para coger posición”. Pero nada más lejos de la
realidad según pisamos zona de salida le digo a Ángel “me voy a poner por ese
la…” y en esa sílaba me dejó el pitido de salida. Miro incrédulo a la gente que
ya esta nadando, y me lanzo cual poseso al tiempo que me ponía las gafas que
aun no las llevaba puestas. 300
metros de eslalon y tapones, “con su permiso”, “que es
esto que acabo de pasar por encima”, siempre quise morderle un talón a alguien
pero en circunstancias normales la gente se mosquea, sin embargo aquí ya van 3
que me lo han metido en los dientes ellos mismos. Con todo y con eso se nada
bien y me dan la mitad de leña que el año pasado en Lanzarote. Una vez se
extiende la carrera vamos cogiendo rezagados de las salidas anteriores, pero
aunque te obliga a rectificar un poco, la natación ya es limpia y fácil. Una vuelta
por fuera, molestias en la espalda al levantarme, pero rápido otra vez al agua y la segunda
vuelta, menuda gozada, estoy por quedarme, pero yo he venido aquí a volar y eso
se hace (en pájaro no) en cabra. Salgo del agua y transición superrápida. Me
voy a profesionalizar en esto. Tiro tres veces el colgador de la bolsa que me
tengo que parar a colocar. No, esto no es un cachondeo, aun así soy de los mas rápidos
al paso por boxes. No sé el tiempo, no me importa. Línea de montaje. Ajustamos
zapatillas. Sobre la bici no me duele la espalda. La garganta si, pero me pongo
a dar pedales como un energúmeno y se me olvida. No sé a cuántos paso, seguro
que puedo contarlos por las pegatinas que les iba quitando, la estoy gozando.
Hacia el km 20 veo que he cogido a Ramón Gregoris, un animal sobre la bici, y
decido tomar referencia, legal, porsupuestísimo. Voy muy bien pero aun así
vamos siempre por encima de 36 kms/h así que mejor no pasarme. Una meadita aquí
y otra allí Ramón y yo nos vamos viendo toda la carrera. De repente empiezo a encontrarme
incomodo, que pasa? En un bache se me ha movido el apoyacodos izquierdo y voy
ladeado, ahora si me duele la espalda. Intento ser consciente de dónde me apoyo
y agarrarme fuerte a ver si lo puedo ir solventando porque el apoyacodos no
sube, casi mejor porque si se suelta del todo la mangamos. Y así llegamos a los últimos 25 kms cuando en
un giro en un pueblo, un ciclista fuera de carrera se cruza delante de mi y yo
como los tontos estoy pendiente de él y
no veo al de la banderola, así que según se quita el ciclista me voy en recto.
Me chillan, freno, casi me voy al suelo, me
toca dar la vuelta y salir con todo metido. No fue para tanto pero con el
calentón le dedico unas lindezas al ciclista en cuestión y continuo. Joder
después de un minutillo empiezo a ver un
ciclista a lo lejos, casi no le distingo, es Ramón, “pero si iba detrás en ese momento, tanto he
perdido?” ahí me da lo que Steve Urkel denominaba un autentico tabardillo.
Ahora si aprieto, paso a Ramón y cuatro tíos mas con buen ritmo que iban
delante y aun así voy bien y les hago algo de diferencia. Giro hacia el tramo
de enlace y entramos en Vitoria. Relajo la espalda mientras callejeo hacia T2 y
me quito las zapas. La gente ya te pone los pelos de punta, esta todo lleno y
animando. Dejo la bici y ya lo veo, una de mis carreras del año pasado a lo
chiquito de la calzada. Uno de los chicos de boxes me ofrece agua, y yo le digo
con una sonrisa “ahora mismo lo que me gustaría seria poder ponerme recto”. Se ríe.
“Que no que va en serio, ahora veras” y salgo al circuito al grito de “ajandeclar”.
Bueno pues a correr cómo y cuanto se pueda, y cuando no, andaremos. La carrera
de un Ironman es lo más duro, pero también es cierto, que una vez estas
corriendo y con tiempo de sobra para pasear toda la maratón, el finisher ya lo
tienes. La putada es que si estamos en esta parte es que muy cuerdos no estamos
y somos un tanto “masocas”. “No, no. Queremos acabar corriendo. Y si echamos a
andar lo vamos a hacer mas quemados que la “pipa un indio”. Duele más no poder
correr, que los calambres. Por suerte para mi, no era el caso. Corría. Raro,
si. A más de 6 mins el mil, si. Con dolores cada vez que daba una zancada mas
fuerte o más larga que otra, si. Pero corría. A ver si se suelta la espalda,
“estírate, estírate” me decía. Con lo que no contaba era con la última
sorpresa. Nunca me había pasado en carrera. El día antes, bocazas de mí, le
había dicho a Ángel que era raro, para que hablaría, eso ha sido un retortijón!!!.
Madre, dónde estaban los baños? Que no
presté atención. Ostia que no llego. Paso una cafetería y estoy a punto de
meterme, pero aguanto y un pelín más adelante aparece como una luz celestial el
camión WC. Primera puerta chicas, segunda también, la tercera tiene cortinilla,
es solo para aguas menores. Coño y los de mi pueblo no tienen derecho. Ah, que
la primera es tanto para chicos como para chicas y solo había visto el
simbolito de la derecha, allí que voy. Pues si que sois meonas las tías, somos
5 o 6 veces más chicos en carrera y hay mas baños para vosotras, jajaja. 3
minutillos después salía con una cara de felicidad que para qué contar. A ver
qué tal la espalda. Nada, sigo sin ponerme recto. Pues a seguir con el plan. En
estas que me engancha Ramón, lleva buen ritmo y me anima a intentar seguirle.
Lo dice de corazón, lo sé. Ramón es uno de estos tipos con los que da gusto
competir, desde que lo conozco ha sido así fuese en la carrera que fuese, pero
hoy le lloro un poco y tengo que declinar su oferta. “Dale fiera”. Por mi
cabeza nunca pasa retirarme, pero echar a andar es tentador. Venga aguanta un
poco más y llegamos al paso por meta, aun queda 1 km de vuelta y en él se pasa
dos veces por esa zona. Allí esta mi niña y me grita. Hago gestos de dolor.
Ella ya lo sabe, si no, iría haciendo el idiota como siempre. Pero aún quedaba
una sorpresa. Al siguiente paso ya sé dónde está y la busco. Antes solo la vi a
ella, pero ahora con más tiempo, me doy cuenta, allí esta mi amigo Miguelín,
como siempre que compito en el Pais Vasco. El tío acaba de salir de currar en
Bilbao, entra otra vez a las 4:30 de la mañana y solo tenia la moto disponible
para poder venir, y aun así aquí esta. Aquí me pondré un poco más serio para
decir que realmente me emocionó verle y que lo creáis o no, sea o no
coincidencia, tras verle pensé “joder, mi amigo ha venido a verme correr, no
arrastrarme”, apreté y 1km mas tarde me había dejado de doler la espalda. Ahora
si, ritmo cercano a los 4:30, me había quedado un poco frío y amagaban los
calambres pero las sensaciones eran buenas. Recupere 4 o 5 posiciones, entre
ellas la de Ramón, e intenté devolverle el gesto que antes había tenido conmigo
pero esta vez la situación se dio al revés. No dudo que acabara
bien es un tío con mucha casta. Al siguiente paso por meta pude brindarle a mi
amigo una gran sonrisa y paso chocándola con él al grito de “esto lo levanto yo
por mis huevos”, a lo que unos Vitorianos de los que hacen de esta carrera algo
especial con sus ánimos me contestaron a grito pelado “pues aupa vamos huevón”. No puedo evitar acordarme de la primera vez
que corrí en Bilbao, es algo de lo que me acordé casualmente unos días antes Ángel
me regaló unos preciosos cierres dorados para el día de la carrera. Aquella vez
Miguel vino a buscarme como siempre. Descargarmos la bici y me dijo, “esos
cierres los pones mal, se te pueden abrir. Mi padre los pone así” y desde
entonces así lo hago, porque lo que el señor Fraile decía sobre una bici, va a
misa. A la última vuelta ya llegué con lo justito, los calambres hacían que me
doliesen mucho los cuádriceps, pero a falta de 3 kms apareció Víctor García
Calle para chincharme un rato y darnos ánimos, “venga súfrelo que no queda
nada” me dijo, y la verdad es que facil que gracias a él ganase otro minutito,
eso, y que ya cuando pensaba que no me cruzaría ya con mi hermanito y me tenia
preocupado, al ir a encarar el ultimo km, lo veo girar de una curva en sentido
contrario, todo rosita él, y le pego un berrido que creo que lo asusté a él y a
todo el resto de los que por allí pasaban. Chocamos manos y aquí ya si subidón
total y disparado a meta. Llegando me entero que no puede entrar nadie conmigo.
Lo entiendo, pero lo podían haber dicho antes. Según me dijeron los grandes
animadores que son Bomberos y Atalantas, la cara de enfado se me notó desde
lejos. Pasillo de meta, jaleo al público y conseguido. Y solo un último apunte
que Ángel me insiste en que comente, yo preferiría guardarme el arma secreta,
pero cederé y lo contaré. Mi alimentación en la bici se basó en barritas de
avena y chocolate, marca Hacendado, de las de Mercadona de a euro las 6. Espero
no haberos aburrido demasiado.
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