Me levanto con dudas sin saber qué ponerme. Llevamos unos días en los que en pocas horas asistimos a una completa exhibición de climas que no la encontraríamos ni en todo el continente africano en un año completo. Al final hago como un bilbaíno de la parte de Miranda de Ebro: voy sólo con el mono pero meto en la bolsa una camiseta térmica.
Salimos con la bici Fernando y yo para ir calentando y ver cómo está el circuito. Fernando ha debido pasar mala noche con Tip y Coll y no para de repetir a todo el mundo el gran número del vaso de agua:
"- Comenzamos. -Comenzón. -Tarancamos. -Tarancón. -Empezamos. -Empezón."
Poca participación. Es la vez que menos gente he visto en una prueba, 37. Mi objetivo hace apenas una semana era meterme entre los diez primeros pero he decidido no ser tan ambicioso. Recojo el dorsal, el 169. Fernando me mira con envidia y lo quiere cambiar pero ese 1 no le termina de convencer.
En la salida el speaker pregunta al que a la postre fue el ganador si sería capaz de hacer el circuito con los ojos cerrados. Éste hace un buen regate y contesta que no, que hay que tener los ojos muy abiertos. Yo opino que si se despojara de las zapatillas y las animáramos con ganas, éstas saldrían escopetadas y veríamos con los ojos desorbitados cómo completan el circuito, como dicen en ese pueblo, en un credo.
Salimos seis Tripis en los primeros 6 km de carrera a pie. Los dos Ortegas en seguida se distanciaron y ya no los volví a ver hasta la meta. Un poco de asfalto, campo de fútbol, calles estrechas, curvas, un prado con los restos de una tirada al plato, la orilla del río y a por la bici al box.
He decidido hacer transiciones decentes y ahora vengo afeitado y peinado de casa. No cambio ni de zapatillas y adelanto a unos pocos.
Bicicleta. 21 kms. 3 vueltas a un circuito compuesto por una zona en la ribera del río, un camino decente y unos 500 metros en una plataforma vibratoria no patentada que me recordó algo que leí sobre los sillines: "Éste es un mundo imperfecto y en él se mezclan el dolor y la alegría. Es posible que exista otro lugar donde los sillines estén hechos de trozos de arco iris y rellenos de nubes pero en éste lo más sencillo es acostumbrarse a algo duro". Al pasar por este tramo recibí pellizcos como si en lugar de sillín fuera sentado sobre unas langostas furiosas. Fueron tales los agravios recibidos que al finalizar, buscando una explicación, tuve que comprobar si tenia tatuado a Mourinho en los cuartos traseros.
Hicimos un grupo formado por 3 Tripis y un extraño. Finalmente el grupo se quedo en dúo, Javi Rollón y el menda, después de que nos abandonaran Jorge Velasco por delante y el extraño por detrás.
Buen sector de bici. Yo me esperaba algo más acorde a mis últimas participaciones: Bicis que me adelantan por los dos lados, cazatalentos que se ponen a mi rueda y acaban por el suelo murmurando: "El Señor es mi pastor. Nada me falta. En verdes praderas me hace descansar." Grupos enfurecidos que vienen a ajustar cuentas conmigo mientras algún compañero se pone en medio dándome indicaciones: -¡Tira! No te detengas. Si te cogen, no me conoces. Les intentaré retener todo lo posible. Y lo más importante, si oyes disparos avanza en zig zag.
Llegamos al minibox, el box de Pinipon y como la ley de Murphy está para algo quiso el destino que Javi Rollón y un servidor tuviéramos números consecutivos y nuestras bicis estuvieran juntas. Después de varios intentos de "usted primero"; "no, no, usted"; "no en esta vida"; "insisto, pase, por favor", acabamos colgando la bici los dos a la vez y molestándonos mutuamente. Dio igual, por delante y por detrás estaba el camino limpio y las posiciones sentenciadas. Todo era acabar con los 3 últimos kms.
Llegamos a meta juntos como hermanos, miembros de una iglesia... Y un poquito después llega el infatigable Tripi con mente de acero: Javi Gutiérrez.
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