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martes, 22 de diciembre de 2015

CUENTO DE NAVIDAD. Por Juan Luis.

Estoy rendido. Acabo de participar en la décimo tercera San Silvestre seguida y apenas estamos a 22 de diciembre. Esto se me va de las manos.

Me tapo con el nórdico, con la colcha y me quedo dormido enseguida. Apenas han pasado unos minutos cuando despierto asustado:
"-Sígueme Scrooge- me dice una figura onírica vestida de rosa.-Soy el espíritu de los triatlones futuros. Te quiero mostrar algo". 
Estamos flotando a unos 25 metros sobre la superficie terrestre. El ente me sujeta de la mano. Abajo, cerca de doscientos triatletas nadan agolpados en un lago. Uno de ellos no para de tener contratiempos. Su traje de neopreno está lleno de piteras. Varios participantes le pasan por encima. Un juez le saca una tarjeta amarilla. Sus gafas están empañadas. Cuando llega a la boya, en última posición, ésta, en una sacudida de aire, le golpea el rostro. Sale del agua y puedo ver con claridad su gorro con el número 13. Le cuelgan los mocos y el público, entusiasta hasta hace unos momentos, ahora, tuerce asqueado el  rostro. Al pisar la alfombra con los pies descalzos todos los presentes arrojan pequeñas piedras que laceran sus plantas de los pies. Dejando un rastro de sangre se calza las zapatillas de la bici. Se pone el dorsal y debajo del 13 está mi nombre "Scrooge". El fantasma de los triatlones futuros me aprieta la mano:
"-¿Te acuerdas cuando pediste ese ribera del Duero? Y ese día que fuiste a cenar al restaurante de Sixto, ¿lo has olvidado? Y cuando compraste ese filtro de aceite y la piscina hinchable en los chinos? Pero mira....-continúa".
Mi yo futuro monta en la bici y resbala ante el despiporre general. Me mancho el mono con la cadena de la bici. El cambio se rompe y hago todo el circuito con el piñón grande. Creo que doy 3200 pedaladas más que el primero. Al bajar de la bici me vuelvo a caer. Me pongo las zapatillas de correr y la plantilla de ambas se arruga. Tropiezo y, de nuevo por el suelo, arrastro a uno de los jueces conmigo. Completo toda la carrera pisando ocho cacas de perro y en la meta me espera mi señora. Ahora tiene bigote y verrugas. Al lado está mi hijo. En su camiseta hay una expresión en la que pone "haiga". Mi mujer, entre collejas, protesta:
"-¡La última carrera! Y mañana pintas el salón-."
El fantasma de los triatlones futuros limpia un lagrimón que cae por mi mejilla y me da un abrazo:
"-Solo tú puedes cambiarlo... cambiarlo.... cambiarlo.... cambiarlo....".
Me suelta y comienzo a caer. Una sacudida recorre mi interior. Me quedo sin aire. El suelo se está acercando. Un grito de terror intenta salir de mi garganta pero la ausencia de aire lo impide. El contacto es inminente y..... (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...)
Despierto sobresaltado y bañado en un sudor frío. Mi corazón late acelerado y estoy hiperventilando. Todo está oscuro pero puedo ver algo a los pies de la cama: un gorro de baño con un número: el trece.
Hace casi una semana de la visita. (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...) Todo es bien diferente ahora (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...) El gorro con el trece me recuerda dónde tengo que ir a por las escobillas del limpiaparabrisas. Ya casi estoy en la calle García Lesmes y veo el rótulo de AutoMundo, probablemente la mejor tienda de repuestos para tu automóvil (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...) Después de la mejor de las atenciones, Félix hace una pausa y me acompaña hasta el VinoTinto. Mientras nos metemos unos pinchos exquisitos, de los mejores de Valladolid, con un Terra d'Uro, un vino de Toro sacado desde el mismo corazón de la tierra, Félix me cuenta que ha llevado su bici al taller de Ferralla Gerardo León y que le han dejado el cuadro como nuevo con sus impresionantes máquinas de electro soldadura (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...) Félix vuelve al tajo:
“- Bueno, Nos vemos en la cena del club. ¿Dónde es?-pregunto-.
-¿Dónde va a ser? En el mejor sitio posible: Donde los platos más ricos-se le están poniendo los dientes largos-. En el restaurante con el ambiente más acogedor. Allí donde te sientes como en tu casa. En el Restaurante Piedras Negras. ¡Qué cena nos espera!
(cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...)
Cuando creo que ya nada puede ir mejor, aparece el guaje. Quiere aclarar una duda:
"-Papá, haya es con h, ¿no?-".
Henchido de orgullo asiento y le digo que pegue un par de brincos más en los hinchables de Alejop. Él me contesta que sería feliz pegando saltos allí toda la vida y no tengo ninguna duda al respecto pero hay que irse. Tengo que pagar la cuota del Tripi de este año. Probablemente el club más rosa.
A qué esperáis, soldados. Elegid bien vuestro equipo. Si no quieres malos rollos apuesta a caballo ganador: Tripi. Si la vida te va mal… (cambiarlo... cambiarlo... cambiarlo...) Pues… de ti depende.

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