Abres los ojos. Estás en una
zona de playa. Te acabas de ajustar el gorro con el número 126. El neopreno aún
cuelga de tu cintura. Son las 7'55. Estamos en septiembre de 2015. Es día 20,
domingo. La húmeda arena de la
playa te da una idea de cuál es la temperatura del agua. Nervioso te preguntas qué coño haces aquí
mientras cierras los ojos.
Regresas a un pasado reciente. Te encuentras
en un bar tomando una cerveza con los amigos. Dejas la copa bañada de una capa
de espuma blanca y a cambio te llevas las llaves del coche que se encuentran
posadas en la barra. Te despides: "-Bueno,
chavales, marcho que llego tarde. Tengo cena del club. Celebramos la entrega de
los Tripitrofeos."
Una ola de agua fría roza tus pies y te traen
al presente. La brisa marina te hace abrir de nuevo los ojos con una agradable
esencia salina. Buscas con la mirada a los otros Tripis pero no ves a ninguno.
Llegas a pensar si todo, al fin y al cabo, ha sido una broma macabra.
De nuevo en la gala del Tripitrofeo. A medida
que baja el nivel de las botellas de TerraDuro aumenta el volumen de las
conversaciones. A tu lado se ha sentado un Tripi que no conoces pero asegura
llevar 15 años de rosa. Algunos, incluso, se están poniendo pesados con sus
anécdotas de Ironman. Vuelves a oír por cuarta vez la historia de un sujeto que
arregló un pinchazo a falta de 20 kilómetros para finalizar el sector de bici,
utilizando al efecto un trozo del gorro de la natación que siempre, en cada
carrera, arranca de un mordisco antes de entregárselo a los jueces.
Pasadas unas cuantas botellas más de
TerraDuro, el Tripi que está a tu lado, Luis Ángel, toma la iniciativa. Ha
llegado su momento. Aprovecha la debilidad mental que ha dejado este excelente
caldo en tu cerebro:
"-¡Qué!
¿Nos apuntamos al Ironman de Huelva?"
Mientras piensas que a este tío le falta un
hervor tu boca te traiciona y pregunta: "-Pues
no sé, eso es muy duro, ¿no? Yo es que lo máximo que he hecho es un
sprint."
"-
¿Cuántos has hecho este año? ¿Siete? Pues ya has hecho lo más duro.
Ahora sólo tienes que juntarlos y hacerlo en un día. Es fácil. Sólo
tienes que meter un poco más de bici a tu entrenamiento".
Tú miras con recelo sin saber si tirar para
adelante o para atrás. Tu bocaza traicionera te impide recular:
"-El caso es que en septiembre tengo
vacaciones".
A estos Tripis no les puedes dar cancha, te
lían sin apenas darte cuenta, acabas dando un sí del que te arrepientes apenas
cierras ese agujero que tienes por boca. Pero claro, el ambiente es propicio:
triatlón, veteranos contando sus batallas, el elegante paladar del vino
Terraduro; todo se alinea para el desastre. Ya te ves dentro de diez años en la
misma mesa rodeado de cinco o seis noveles, contando cómo en tu primer Ironman
pinchaste a falta de 10 Kms de la meta y una manada de cocodrilos hambrientos
te rodeaba pero ¿eso te desanimó?, ni mucho menos. Haces una pausa para vaciar
tu pipa. La curiosidad de los noveles se dispara. Echas una nueva carga de
tabaco en la cazoleta de forma pausada. Ellos te miran con ojos ávidos.
Enciendes, das dos chupadas para dar más tiempo a su curiosidad y les sueltas
eso de que siempre le das un mordisco a tu gorro por si luego te pudiera hacer
falta.
Huelva. A lo lejos ves a alguien de rosa. ¡Por
fin! Es Luis Ángel, el culpable. Si sales de ésta has jurado no volver a
sentarte a su lado nunca. Ese acto es el más caro con el que te ha golpeado la
vida. Sentarte con Luis te ha supuesto seis meses de un sacrificio mayestático:
-Horas y horas en la piscina. En el pueblo han
convocado un pleno para poner tu nombre a la calle dos.
-Kilómetros de caminos, cuestas, series,
rodaje largo, farlek.
-Y lo mejor de todo: horas y horas de bici, de
rodillo, de spinning, carretera, montaña. Da igual. Tu Garmin lo quiere dejar.
Su batería no aguanta más. Ha oído decir que se va a crear una vacante
para cubrir las necesidades de un fulano que se dedica a hacer un par de
diezmil al mes. Está como loco por pillarla y dar paso a dispositivos más
jóvenes y entusiastas.
Pero a parte de tu sacrificio está el de los
que te rodean.
-Los amigos no dejan de preguntar por ti: “-Llevamos meses sin verte. Nunca tienes
tiempo para un café. Siempre estás entrenando”.
-Tus padres están muy preocupados: "-Estás muy delgado. Come más. Toma,
llévate este tuper que te ha preparado tu madre."
-Pero sobretodo: tu mujer. Ella ha sido la que
ha encajado más golpes. Harta de poner lavadoras con mallas, culottes,
calcetines, sudaderas, etc, se ha ido con su madre mientras tú te limitabas a
pedirle cinco días de macarrones por semana.
Luis, buen compañero, te apoyó en esos
momentos más duros y te dio la clave para que vuelva: Promesas. Promete todo
aquello que más le guste y paga tu precio por lo que has hecho, aunque sea
alto. Y después te contó la historia de un sujeto al que a su hijo le llamaba
la atención la forma en que siempre obedecía lo que decía mamá. "-Justo antes de que nacieras -prosiguió
el padre- tu madre y yo no llegábamos a
un acuerdo sobre tu nombre. Al final encontré la solución. Yo me encargaría de
ponerlo y a cambio siempre obedecería a tu madre". El niño pensando
que era un precio excesivo preguntó: "-¿y
ha merecido la pena, papá?". "-Cada
puto día Mazinger. Cada puto día".
Vuelves a la cena. Es el mes de enero y hace
mucho frío, sin embargo, una calidez agradable ronda tu interior. “Ese Luis parece un tío guay aunque no sé si
he hecho bien comprometiéndome”. Mientras, Luis llega a su casa con la
satisfacción del deber cumplido. El no se ríe, se descojona. “Otro incauto, si es que lo bordo. No sé qué
les doy”.
Por fin dan la salida. Tienes por delante
doce, catorce, dieciséis horas para pasar a ser un despojo humano pero una cosa
es cierta, en la próxima gala seguro que sabes dónde sentarte.
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